Cada quien
busca su lugar, o lo encuentra. Cada quien necesita un lugar al que dirigirse, un
lugar en el que refugiarse, un lugar al que volver. Cada quien tiene su lugar
en sus orígenes y desea encontrar su lugar cerca o lejos de aquellos. A lo
largo de la vida aparece o se escabulle el lugar, nunca definitivo, que
deseamos. Y se van acumulando en nuestros sentimientos los lugares a los que
les dimos nombre aunque ya lo tuvieran. Les dimos un nombre nuestro, ese que no
se escribe con mayúscula y que lo es todo para cada uno de nosotros, o lo fue,
o lo será en el recuerdo.
Todos tenemos nuestro lugar bajo el cielo porque él
nos acoge y nos zarandea con sus cambiantes inclemencias.
Todos encontramos el lugar en la tierra porque
nuestras pisadas, con voluntad o con deseo o sin conciencia, lo marcan
indeleblemente.
Todos miramos el mar como si pudiera acogernos, como
si algún misterio de la vida se ocultara bajo esa superficie que niega nuestras
pisadas.
Todos tenemos un techo más o menos sólido que nos
oculta el cielo, quizá para poder mirar hacia nuestro propio estar y huir de
nuestro ser, eso indefinido que podría parecer espiritual y que no es otra cosa
que una eterna pregunta que no tiene respuesta.
Todos contemplamos frente al sol cómo pasa la vida,
tan deslumbrados que pensamos que solo pasa para los demás.
Todos buscamos un lugar de reunión donde intercambiar
nuestra perplejidad y ocultar nuestras paradojas entre el ruido de las
palabras.
Vamos transitando vida y lugares mientras olvidamos
que el camino está hecho de muerte, de muertos alegres que buscaron y
encontraron las vidas y los lugares. A nosotros, a los vivos, nos resta fijar
la mirada en los árboles y olvidarnos de las tumbas, nuestro lugar último.
Pensé que nos ibas a sugerir vivir entre esas 'piedras' de la foto. Menos mal. "A nosotros, a los vivos, nos resta fijar la mirada en los árboles", dices al final.
ResponderEliminarVamos a ello!!.
Un abrazo, campeón
[Muy enternecedora tu prosa, cuasi-poema].
Jo, muchas gracias, amigo Blas, por esas espléndidas palabras que dedicas a lo que ofrezco y por fijar tú también la mirada en los árboles.
EliminarA nosotros, los condenados o renacidos, nos revivifica abrazarnos a los arboles, dejarnos penetrar por el sol ensangrentado del alba y purificarnos con los torrentes del monzon deseado.
ResponderEliminarGracias por estas palabras que nos brindas, siempre tan inspiradoras.
Gracias
Muchas gracias a ti, amiga igoa, por tu hermoso comentario.
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