Se denomina DÉCADA
OMINOSA al periodo que va de 1823 a 1833 en España. En ella la restauración de
Fernando VII terminó con la constitución de Cádiz y sus impulsos liberales y
reformistas, de modernización de una España cada vez más alejada de la evolución
política y social del resto de Europa. Es un período que culmina su afán
decadente un siglo después con la terrible Guerra Civil y sus tremendas
consecuencias.
Estamos terminando en
este año triunfal, como diría Franco, la nueva década ominosa, esta vez no solo
española sino europea. Entre 2008 y 2017 se ha vivido eso que se ha denominado
CRISIS y que en Europa ha consistido, dejando aparte sus números amenazantes y
manipuladores, en alejar el potencial igualitario de la democracia cediendo sus
virtualidades a corporaciones económicas que imponen su falta de reglas y
atajos globalizadores sobre el imperio de la ley de los estados que pretendió y
casi logró, tras la Segunda Guerra Mundial, llevar la paz, estabilidad, acercamiento
a la justicia y reparto de la riqueza a unas cotas nunca antes alcanzadas en
ningún momento de la Historia ni en ningún otro lugar del mundo.
Esa crisis es, en
realidad, una crisis al cuadrado, porque va acompañada de la denominada crisis
de los refugiados. Gracias a ella, a esa capacidad migratoria de africanos esperanzados
y gentes desesperadas huidas de guerras y conflictos, se ha interpuesto un muro
poroso con el resto del mundo que parece querer preservar a Europa de una
contaminación humana que no es más que el resultado de la globalización que
provocó la crisis económica oficialmente admitida, y utilizada, para que la
desigualdad interna y externa a Europa se imponga como única forma de vida
(des)organizada de los humanos.
Es de temer que esta
nueva década ominosa, ahora europea, conduzca, como la que sucedió en España, a
una serie continuada de inestabilidades que a la larga terminen en un desgraciado
conflicto que no favorezca a nadie, ni en el interior ni en el exterior de
Europa, salvo a los mercaderes que no saben comerciar sin especular con lo que
ellos parecen considerar que son las despreciables vidas de la mayor parte de
los humanos.
Me dejas de piedra, porque salvo que yo lo llamo "estafa" coincidimos en todo. Lo que no quiero ni pensar es en el desenlace, porque lo veo tan confuso, que prefiero pelear por una solución razonable sin mirar a esos protagonistas que salen de la mente de un loco y no de madre humana. Dios nos pile confesaos
ResponderEliminarSí, amigo Carlos, lo peor son las consecuencias que quedan por llegar: un mundo más injusto y desigual.
EliminarGracias y saludos.
Ominosa, bonita palabra de significado horrendo. Pero, si, por ahí vamos, amigo 'tras...'. Y la culpa (hay que echar la culpa a alguien) la tenemos nosotros, esta generación de imbéciles.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin duda, amigo Blas, pero unos más que otros.
EliminarGracias y saludos.
Que puedo anadir a los comentarios de nuestros amigos!
ResponderEliminarSi, extienden los tentaculos de sus "negocios", crean la crisis amenazadora e insoslayable (segun ellos, sus autores), aprietan las tuercas e imponen sus modelos salvadores...
Consecuencia? Pues ya lo sabemos: salvese quien pueda. Y todo vale.
Y no abras la boca, sobre todo eso.
Hace unos dias mataron a una periodista, luego a otro...
Sí, amiga Igoa, en eses camino nos han metido y no parece que haya salida.
EliminarGracias y saludos.