Sala del palacio-museo del Hermitage, San Petersburgo
El Diccionario de Uso del español de María Moliner define la
palabra museo como “lugar en que se guardan objetos artísticos o colecciones
científicas, convenientemente colocados para que sean examinados”.
Esta cita pretende dar pie a una reflexión subjetiva (¿alguna no
lo es?) sobre algo que ha ocupado cierta parte de eso que parece ser mi tiempo
y espacio: los museos.
La definición precedente comienza con la palabra lugar, sin
adjetivos, lo cual remite a la idea de que pueda ser de cualquier tamaño o
condición, abierto o cerrado, público o privado, o con cualquier otra
característica. Una afirmación que es corroborada por el hecho de que allí
simplemente se guardan, sin saber durante cuánto tiempo, no se conservan o
cuidan los objetos pertinentes señalados a continuación. Lo único que restringe
el hecho generalizador de guardar es la necesidad de ser colocados de alguna
forma que provea el fin de ser examinados. Aquí se abre otro campo, el del
examen: tanto podría ser efectuado por unas pocas personas como por la
totalidad de la humanidad, por especialistas, por curiosos o por personas poseedoras
de alguna prebenda económica, política o social.
Este tipo de definición abierta tiene la virtud de abarcar un
amplio espectro de realidades, tanto contemporáneas como pasadas o futuras, en
cambio no aquilata el concepto, no lo matiza. Y no trato de echar por tierra el
excelente trabajo de María Moliner, sino de dialogar con él. En particular estoy
interesado por los lugares en que se guardan objetos artísticos más que por los
que contienen colecciones científicas, si bien un conjunto ordenado de objetos
artísticos puede dar lugar a conclusiones científicas, ya sea como consecuencia
del orden mencionado, del contenido o de la materialidad de los objetos.
La evocadora etimología de la palabra museo, con su referencia a
las musas, está cargada de siglos de débito a antiguas culturas. Quizá por ello
era un concepto más que un lugar cuando se produjo el inicio del desarrollo
actual de los museos, a finales del siglo XVIII.
Hasta entonces se habían reunido los objetos artísticos no de
culto en colecciones aristocráticas o monárquicas; circunstancia que se produce
desde que la historia del mundo se convirtió, precisamente, en Historia, es
decir, en recuerdo de hechos pasados, en intentos de acercamiento a supuestos momentos
previos más gloriosos y, sobre todo, a momentos míticosvividos
por el humano sin referencia a un paraíso divino, más bien con referencia al posible
paraíso de la armonía razonable, al soñado por cualquier persona cultivada, un
momento que parece romper la continuidad del tiempo, el Renacimiento, un momento
que ha conseguido alcanzar el grado de mito gracias a que su herencia ha fallecido.
El germen de la democracia histórica, en el siglo XVIII, deseó
que la herencia artística fuera destinada al mayor número posible de personas,
o quizá sea
mejor decir que fuera destinada a un conjunto social amplio puesto que la
democracia nunca se ha caracterizado por ocuparse de cada persona. Desde sus
inicios los museos provocaron polémica: había quienes pensaban que debían ser
destinados al recuerdo de la Historia y había quienes opinaban que debían dar a
conocer lo que se estaba produciendo en el momento contemporáneo. Es
interesante considerar que dicha polémica se ha mantenido hasta hoy en el
centro de las opiniones vertidas en torno a la existencia de los museos, a lo
que hay que añadir otra constante de las opiniones sobre los museos que
consiste en el respeto casi religioso con el que siempre se les ha tratado
(incluido el antirespeto -la otra cara de la misma moneda- promulgado por
algunos grupos de vanguardia del siglo pasado). Por otro lado, creo que es
importante recordar que el concepto de historia del arte museable de los
inicios de los museos abarcaba la presentación de objetos de los momentos
considerados clásicos. La referencia valorativa respecto a lo que se debía
exponer era una grecia traducida por los romanos. De hecho, los grandes museos
tradicionales del mundo en la actualidad son herederos de aquellos conceptos.
(continuará…)
Excelente analisis.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, amiga Igoa. esta semana publicaré la continuación.
EliminarGracias y saludos.
Siempre he pensado que los museos están demasiado recargados (recuerdo especialmente el del Cairo) pero acabo de estar en uno desangelado en Jakarta, y me llevó a pensar lo contrario (siempre insatisfecho). En todo caso ¡excelentes!, aunque poco visitados por mí.
ResponderEliminarUn abrazo.